Por Mauro
Libi Crestani. Las pausas cortas para energizar la mente son
fundamentales para incrementar la productividad. Hablamos de esos pequeños
momentos en que los trabajadores se dedican a la chanza por no más de 5 o 10
minutos. Es el tiempo de relax entre una tarea y otra que bien sirve para
recargar las pilas al momento de emprender el nuevo trabajo.
Estos
instantes pueden ser aquellos improvisados por los trabajadores cuando han
culminado una labor, pero también pueden ser planificados por la propia
empresa. Sí. Así como lo lee. El juego y la diversión pueden formar parte de
las políticas empresariales, sobre todo cuando están conscientes de que sus
trabajadores deben someterse a largas jornadas laborales.
Se trata de un relax controlado que reviste aspectos positivos, pero también algunos negativos.
Entre lo
positivo del asunto, tenemos que el juego en el centro de trabajo constituye un
buen ejercicio de socialización que, desarrollado en grupo y coordinado,
contribuye al alivio de tensiones y prepara el trabajador para la nueva tarea a
emprender inmediatamente.
Está
comprobado que el ser humano no puede sostener la atención por periodos muy
prolongados. Conforme pasa el tiempo los niveles de atención menguan y es
entonces cuando el juego y la diversión pueden intervenir para distraer al
trabajador.
Lo
importante es que este tiempo de distracción no sea por tiempo prolongado de
tal manera que afecte el desarrollo de las labores de trabajo.
Así que,
con control, el juego y la diversión contribuyen a mejorar la relación entre la
empresa y los empleados, al igual que aumenta el desempeño laboral.
Pero el
juego y la diversión pueden ser contraproducentes cuando la empresa no tiene
control sobre el tiempo de ocio o lo pierde. Entonces surge el riesgo de que se
descuiden las actividades laborales y los objetivos comiencen a no
cumplirse.
Otra consecuencia negativa de la actividad lúdica descontrolada es que se produzcan errores en el trabajo.
Por otra
parte, la política del juego y la diversión no es aplicable a todo tipo de
actividades, pues en algunos casos sólo contribuiría a poner en riesgo la
seguridad del personal y de la empresa, incluso, de los clientes. Es el caso de
fábricas donde se manipulan objetos o sustancias peligrosas.
De
establecerse la política en este tipo de compañías debe ser planificada, por
grupos y bajo control absoluto de los supervisores.
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