Por Mauro Libi Crestani. Hace algunos años conocí a Manuel, un técnico electricista que un día me arregló un problema de cableado en casa. Conversador, hablé con él sobre sus proyectos, y me contó que había empezado con su propia empresa, pero que abandonó la idea al poco tiempo, porque las cosas no habían marchado como él lo había imaginado. Así, me dijo que cometió un error que echó por tierra su sueño de ser empresario, y es por ello que desde entonces se ganaba la vida trabajando para otros. Con pesar me dijo que el éxito no se había hecho para él, y que él se había olvidado de ser financieramente independiente.
Manuel me repitió varias veces que todo le salía mal, que siempre le sucedía lo mismo y que cada vez que algo bueno le pasaba, por alguna razón se le caía, y toda su vida empezaba a ser un desastre, que era pues un fracasado. Recuerdo que invité a Manuel a tomar un café luego de las reparaciones y le hice hincapié en que el problema no era la vida ni la ala suerte sino su pensamiento pesimista. Manuel había aprendido a ver las cosas desde un enfoque negativo, que lo conducía a desarrollar una conducta ineficaz, por lo cual se rendía con mucha facilidad.
Le comenté a Manuel que había muchas personas como él, que solían distorsionar la realidad, convirtiendo un problema o dificultad en una catástrofe. Le hablé de lo importante del optimismo para crecer e incrementar las posibilidades de éxito.
Manuel me replicó diciéndome que por años había escuchado que los optimistas eran unos seres que negaban la realidad, se envolvían en una burbuja que no les permitía dar importancia a las cosas para no preocuparse.
Ese día mi amigo entendió la importancia de desarrollar un proceso de pensamiento que permite tener confianza en sí mismo y aunque las cosas no vayan bien, sí se trabaja con ahínco se pueden conseguir oportunidades para mejorarlas.
Las personas optimistas crean la capacidad para enfrentar las adversidades, aprenden a sobre ponerse a los obstáculos, a los errores y no desisten, nunca se dan por vencidos.
El Optimista enfrenta el problema, minimiza el impacto en su vida y se dedica a resolver, a buscar solución. Los optimistas son persistentes y mantienen sus acciones en dirección de sus objetivos, a pesar de las dificultades a las que puedan enfrentarse, considerándolos sólo como contratiempos o problemas temporales, que quizá pueden retrasar la consecución de su objetivo pero no impedirla.
Las personas optimistas incrementan su nivel de realización y crean beneficios en su calidad de vida y en sus emprendimientos. El optimismo se puede desarrollar internamente cambiando el negativismo por el pensamiento positivo, elevando el autoestima y la fortaleza espiritual, aprendiendo a persistir en el logro de sus metas y trabajando duro para alcanzarlas.
Luego de varios años, Manuel entendió y recapacitó, hoy en día es el dueño de su propia empresa, tiene 25 empleados trabajando para él, y siempre va a mi casa u oficina, no solo a resolver los problemas eléctricos sino a conversar sobre sus nuevos planes y proyectos. Es, un hombre optimista y triunfador.
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