viernes, 21 de julio de 2017

Mauro Libi: Valores familiares para una mejor sociedad

En momentos de turbulencia social se hace necesario revisar las bases que definen nuestra vida y nuestro comportamiento social. Lo que implica investigar a fondo los principios y valores que se inculcan desde la institución familiar.
Y es que más allá de los tiempos que vivimos, los adelantos tecnológicos o la misma globalización, la familia sigue siendo la base de la sociedad civil, el escenario idóneo para la crianza, educación e integración social de los futuros ciudadanos, y son los padres, a través de la convivencia sana y el buen ejemplo, los principales responsables de aplicar esos valores que en un momento dado dejan de ser familiares para regir a toda una sociedad.

Bien se dice que la familia es la primera escuela de virtudes humanas que todas las sociedades necesitan. Un centro de aprendizaje y de retroalimentación de enseñanzas. Porque no hay jefe o jefa de familia que no haya aprendido en carne propia el amor incondicional, el compromiso, la tolerancia y el respeto a la diversidad ante los retos que implica conocer, comprender y sacar adelante a sus hijos tal y como son.
En mi caso particular puedo decir con propiedad que los valores familiares marcaron profundamente el camino personal y profesional en función de servirle a mi país. La honestidad, la responsabilidad, la disciplina, el amor al trabajo, el deseo de superación, el respeto y la solidaridad son solo algunos de los valores “heredados” de mi familia y que ahora transmito a los míos como un legado que nos llena de orgullo.
Incluso en la Casa Hogar Al Fin, una ONG del Grupo Libi para la atención integral de niños en situación vulnerable, desechamos el viejo concepto de albergue de menores y adoptamos el esquema familiar como comunidad de amor y solidaridad, para formarlos bajo las virtudes y valores humanos, ciudadanos, culturales, éticos y espirituales que regirán sus vidas mientras crecen y a futuro.


Algo debe estar pasando cuando hay padres que no se comunican con sus hijos, cuando las cifras de maternidad en adolescentes siguen en alza, cuando los ancianos son abandonados a su suerte, cuando ya no comparten la mesa ni las creencias religiosas. No olvidemos que ese cuadro anacrónico es el reflejo maximizado de una sociedad que actualmente requiere cambios profundos para superar gran parte de sus problemas y así podamos finalmente avanzar como nación.

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