Por Mauro Libi.- Mucho se habla de liderazgo y sobre las que
serían las claves para que alguien pueda figurar como un buen líder o el líder
ideal. Sin embargo, para algunos especialistas, la verdadera clave, eso que caracteriza
al líder de este siglo es, sencillamente, el poder identificar sus emociones y,
por supuesto, controlarlas.
La inteligencia emocional sigue arrojando datos e
información que apunta a que el secreto de todo radica en el referido control
emocional, el cual proporciona seguridad, confianza en sí mismo, ecuanimidad,
claridad de pensamiento a la hora de tomar decisiones en el seno de la
organización y también en el ámbito personal.
El control emocional facilita las herramientas para que el líder
y, en general todas las personas, entiendan que las emociones positivas son
esenciales, pues son causa de bienestar y de la serenidad necesaria para hacer
frente a las situaciones difíciles que a diario se le presentan al ser humano.
Las emociones positivas facilitan sortear las sobrecargas de
trabajo, resolver conflictos eficaz y eficientemente, solucionar problemas, ese
pan diario de toda empresa o emprendimiento, resolver, resolver, resolver…
El control emocional mejora la capacidad de resiliencia,
permiten el logro de objetivos y metas en medio de un clima saludable, con
sentido del humor y, con buen talante, encontrar la salida a los imprevistos
sin dejarse agobiar por el pesimismo.
El líder de este siglo y con él las nuevas organizaciones,
propician y promueven el respeto como una competencia corporativa de la cual
son impulsores.
El nuevo líder debe estar preparado para las contingencias y
sabe que debe saber identificar las emociones de quienes integran su equipo de
trabajo para poder mantener el control y evitar que la situación conflictiva se
le vaya de las manos y, entonces sí, se convierta en caos.
Todo comienza por identificar las propias emociones y
controlarlas para poder hacer lo propio con el resto del equipo. Guiar a todo
el grupo para que se mantenga la calma y juntos puedan encontrar la solución al
problema, cualquiera que este sea.
Si la situación se sale de control, objetivos fundamentales
de la organización como la productividad y la rentabilidad serán imposibles de
alcanzar.
A través de la inteligencia emocional el líder hace una
valoración de la situación, identifica las emociones propias y circundantes,
controla la emocionalidad negativa y superpone la positiva para que estas sean
las que le permitan llevar el asunto por buen cauce.
El nuevo líder evita caer en tentaciones, se mantiene
ecuánime y sereno para no perder el control.
Sólo a partir de ese estado es posible avanzar en pos de una
solución. Así, procede a clarificar el malentendido y busca reorientar la
emocionalidad de los integrantes de su equipo de trabajo para impedir que se
desborden.
La asertividad permite alcanzar la empatía, al poder dar
respuestas oportunas que propicien el entendimiento el cual trae consigo el
feedback, las partes comienzan a comunicarse y viene la calma.
El próximo paso será recuperar el cima de alegría, el buen
humor y hacer prevalecer las emociones positivas entre los miembros del equipo
de trabajo, el pocas palabras, recobrar la salud de la relación y restaurar la
armonía.
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