Alimento saludable en un entorno
saludable parece ser
la consigna que marcará al próximo 2020. Al menos eso se desprende del hecho
mismo en que las consecuencias del cambio climático están afectando a los
cultivos y los alimentos que consumimos. Lo que nos obliga revisar nuestra dieta y hábitos de consumo.
Parte de esos
cambios significativos está en el consumo de proteína animal. Todos los alimentos necesitan agua y energía
independientemente de si son transformados o no durante el proceso, pero son
los alimentos a base de proteínas animales los que hacen un uso más intensivo
de estos recursos y por lo tanto, tienen
un mayor impacto en el medio ambiente.
“Los alimentos de origen vegetal y por lo
tanto, su consumo, tienen un menor
impacto sobre el cambio climático. Si lo comparamos con la producción de
alimentos de origen animal producen menos gases de efecto invernadero”, así lo
refrenda la nutricionista Laura González.
Para la
especialista, el cultivo es una pieza clave para la fertilidad de la tierra y
estos alimentos necesitan menos recursos
para su producción que los de origen animal.
Y lo explica
en estos términos: “Para producir un kilo de lentejas, se necesitan 1250 litros
de agua mientras que para producir un kilo de pollo son necesarios 4300
litros”, compara.
Esas proteínas vegetales las encontramos en cereales
como la avena, la espelta, la
quinoa, el trigo, el amaranto, el trigo sarraceno, el centeno, o el mijo, entre
otros. Lo mismo que en oleaginosas, semillas, frutos secos y vegetales de hoja
verde.
“En el
estudio The Lancet “Alimentos, Planeta y Salud” – prosigue la nutricionista - se
indica que los sistemas de producción de alimentos provocan aproximadamente
entre el 25-30 % del efecto invernadero, por lo tanto, la alimentación influye en el cambio climático y este a su vez afecta a
la agricultura porque sube la temperatura promedio, se producen cambios
bruscos en las lluvias, mayor número de inundaciones… que influyen en
plantaciones y cultivos y en la producción de alimentos”.
Por otro
lado, el cambio climático no solo afecta la supervivencia de determinadas
especies animales, también pone en el punto de mira la disponibilidad de
algunos alimentos, lo que supone un grave riesgo para nuestra salud, añade la
nutricionista.
¿Cómo frenar el cambio climático?
La
especialista en nutrición enfatiza en que frenar esta situación crítica para
nuestro planeta está en nuestras manos. “Las grandes empresas pueden tener un
impacto positivo muy grande”, pero como ciudadanos, también podemos contribuir
con pequeños gestos a frenar el cambio
climático reduciendo el uso de energía.
Podemos, por
ejemplo, comprar electrodomésticos con etiquetas de eficiencia energética. “Una
vez en casa a la hora de cocinar procurar no abrir el horno y mantener las
cazuelas tapadas durante la cocción, utilizar el fogón del tamaño adecuado a la
sartén y que no sea más grande, evitar meter en la nevera comida que aún esté caliente
o abrir la puerta de la nevera lo mínimo y durante el menor tiempo posible” son
algunos de los consejos que Laura González propone para reducir los efectos del
cambio climático.
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