Una de las preguntas más frecuentes que nos han hecho últimamente en todos los países donde hemos estado, ha sido sobre la clave para crecer en momentos difíciles.
Es ahí donde colocamos la Resiliencia organizacional como un valor que nos empodera como empresa venezolana y que nos ha permitido adaptarnos ante los cambios, minimizar los impactos negativos, prever opciones ante las amenazas, reinventar el modelo de negocio, reajustar procedimientos, y ver más allá de las circunstancias hasta emerger de la adversidad mucho más fuertes, productivos y comprometidos con nuestros públicos.
Estoy consciente de que no se trata de algo fácil de lograr. Pero es un recurso estratégico imprescindible de la gerencia moderna para avanzar en tiempos donde lo único permanente es el cambio, y que muchas veces esos golpes de timón representan una verdadera amenaza para la sobrevivencia de nuestro negocio.
Con esto quiero decir que la Resiliencia se debe cultivar, no como un plan al que solo se recurre cuando hay tempestad, sino como un verdadero valor organizacional y una habilidad gerencial estratégica que se puede ir abonando día a día para que de verdad pueda ser efectivo en un momento dado.
Y esa fortaleza se adquiere propiciando un liderazgo capaz de tomar riesgos y con capacidad de respuesta ante amenazas y oportunidades.
La Resiliencia la ponemos en práctica cotidianamente no solo cuando enfrentamos un imprevisto, sino también cuando escuchamos e interactuamos con nuestros consumidores obteniendo información fidedigna para adaptarnos a sus exigencias y actuar en consecuencia.
En definitiva, ser resilientes es una gran ventaja en tiempos de verdes y maduras. Es un plus de la gerencial que tiene claro el momento que vive, los retos que enfrenta y su objetivo primordial como empresario y como factor clave de la sociedad.
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