Por Mauro Libi Crestani
Siempre ha existido la competencia entre empresas de un
mismo sector, pero en la actualidad son otras las circunstancias, ya que la que quiera perdurar en el tiempo tienen
que saber cómo adaptarse y moverse más rápido que sus rivales, sin dejar de
consentir a sus clientes, para lo que necesitan tener una agilidad especial.
Se trata de la agilidad
empresarial, que no es más que la capacidad de una empresa para adaptarse
rápidamente a los cambios del
mercado, de manera interna y externa. A grandes rasgos, se puede decir que
consiste en: contestar en poco tiempo y con flexibilidad a las peticiones de
los clientes; adaptar y liderar el cambio de manera productiva y rentable sin
disminuir la calidad; mantener una
ventaja significativa ante la competencia;
por último pero muy importante, apreciar el talento de los jóvenes.
La agilidad empresarial se basa en principios como: la
importancia de la satisfacción del cliente;
aceptación de novedades para el mejoramiento de los resultados; medir el
progreso con indicadores concretos; desarrollo sostenible para garantizar la
continuidad del proyecto, trabajo hombro a hombro con el equipo; motivación y
confianza con los empleados; tareas sencillas; autogestión de los equipos; y
por supuesto, la adaptación a circunstancias cambiantes.
Como todo, esta metodología
tiene sus ventajas y desventajas. Entre los beneficios se puede destacar el mantenimiento de un buen ritmo de
producción; la incorporación de mejoras en procesos como la perfección de la
calidad y entrega de productos o servicios; y la adopción de nuevas tecnologías
para establecer soluciones rápidas, favoreciendo la flexibilidad en la
organización.
Sin embargo, existen situaciones en las que no es
conveniente aplicar este concepto de agilidad empresarial, como por ejemplo,
cuando se tiene un equipo muy pequeño, ya que no es necesario aplicar este tipo
de estructura organizacional.
Cuando los procesos de una empresa son muy repetitivos o
se rigen por leyes, tampoco vale la pena aplicarlos, porque no lo necesita, ya
que adoptar el organigrama de la agilidad empresarial, implica un cambio de la cultura organizacional, provocando
cierta resistencia por su naturaleza.
Entonces, sabiendo todo esto es indispensable estudiar el
tipo de empresa, sus operaciones y
cultura, para decidir si es conveniente aplicar la metodología de la agilidad
empresaria, o si por el contrario resulta más beneficioso mantener el ritmo
actual.