A propósito
de la Cumbre del Clima de la ONU (COP25), varias corporaciones, empresas e instituciones
están elevando su voz para que se tomen medidas
urgentes que impulsen la transición a modelos
alimentarios ecológicos como un “antídoto” viable y efectivo frente al cambio climático.
Y no podría
ser de otra manera, si tomamos en cuenta que la suma de todos los eslabones del
sistema alimentario son los que
producen la mitad de las emisiones de Gases
Efecto Invernadero (GEI) generados.
Siendo la
alimentación básica y primordial para la vida humana, es preciso entonces
estimar a la producción ecológica
como un factor clave que puede aportarnos soluciones, no solo para reducir la emisión de GEI, sino también
para aminorar el impacto que los cambios en el clima tienen en la producción agropecuaria.
Si hablamos
de agricultura ecológica, en ella no
se utilizan fertilizantes de síntesis y se necesita gestionar mejor los aportes
nitrogenados para evitar la aparición de plagas de difícil control.
Además, el
compostaje disminuye globalmente la emisión de los GEI que se producen en el
manejo del estiércol. Tampoco debe olvidarse la capacidad de secuestrar carbono
en los suelos, tal y como lo llevan haciendo hace años los/as agricultores/as
ecológicos con la fertilización orgánica.
En cuanto a
la ganadería ecológica, esta ayuda a
reducir la carga ganadera (número de cabezas) y basa la alimentación de los
animales en recursos locales, disminuyendo las necesidades de importar
productos como la soja o el maíz desde otras latitudes.
Tanto la
agricultura como la ganadería ecológica promueven
el consumo mayoritario de alimentos frescos, de temporada y de proximidad,
ecológicos, la reducción del consumo de carne, el reciclaje de residuos
orgánicos para la obtención de compost y la minimización del desperdicio
alimentario, factores primordiales para contrarrestar el cambio climático.
Momento crucial para tomar decisiones
trascendentes para las próximas generaciones
En el COP 25, jefes de estado, funcionarios
climáticos, organizaciones no gubernamentales, grupos juveniles, movimientos
locales y otros actores no estatales expondrán sus puntos de vista y aportarán
ideas que ayuden a frenar la emergencia
climática.
Según los
conocedores de la materia, los próximos
14 meses son críticos para controlar las emisiones de gases de efecto
invernadero, que alcanzaron un récord en 2018. Según el Acuerdo de París, los gobiernos acordaron actualizar sus planes
climáticos para 2020.
Así mismo, la
COP 25 constituye un momento crucial
para revisar el Mecanismo
Internacional de Varsovia para Pérdidas y Daños y comenzar a
implementar un sistema justo para mejorar la resiliencia climática de los más
necesitados.
En ella, los
países negociarán planes más ambiciosos para limitar el calentamiento global a
1.5 ° C, de acuerdo con el Acuerdo de París.
De allí la
importancia de que tanto los estados como las organizaciones propongan y se comprometan a cumplir
acciones climáticas donde la producción ecológica y los modelos de consumo
agroecológico sean
considerados como parte de la solución, apoyados en los modelos de producción
ecológicos que están dando excelentes resultados en todo el mundo.
Las
decisiones que se tomen en esta cumbre no pueden dejar a un lado el importante
papel que el modelo alimentario
tiene para revertir la emergencia
climática y los acuerdos así deben reflejarlo.
Por todo esto
es menester que a partir de la COP25 y de cara al 2020 comencemos a trabajar con unas directrices muy claras para
facilitar una transición ecológica que
favorezca sistemas alimentarios justos y
sostenibles con la vida de nuestro planeta y con la vida humana.
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