La innovación
empresarial es un imperativo para quienes decidimos liderar nuestro nicho
en el mercado, conquistar otros mercados y ofrecer
productos y servicios de calidad que respondan a las necesidades y
preferencias de nuestros clientes, siempre con un plus que nos diferencie de la
competencia.
No obstante, innovar supone riesgos que ameritan contrarrestar o en todo caso
gestionar para que la operatividad de la empresa no se vea afectada por este
nuevo proyecto que busca cambiar y mejorar conceptos, productos, sistemas y
procesos que signifiquen un avance importante y que genere rentabilidad.
Esos riesgos bien podrían ser la falta de
suficiente aceptación en el mercado, la pérdida de antiguos clientes, entornos
cambiantes que no justifiquen la inversión, productos insostenibles en el
tiempo, pérdidas económicas imprevistas, y así muchas otras.
De ahí la necesidad de considerar algunos
aspectos antes de tomar riesgos
empresariales
para la innovación. Es preciso crear las condiciones para que ese paso
rompedor surja con menos contratiempos, resistencias, obstáculos o
consecuencias que afecten la operatividad
y productividad de la empresa.
Así tenemos que la información pertinente y
el equipo humano idóneo servirían de bases para crear un entorno en el cual pueda desarrollarse una estrategia de innovación sostenible y exitosa que además sea
compatible con el modelo de negocio.
Dicha estrategia será la que determine la
ruta hacia las áreas donde queremos innovar, cuáles serán nuestros atributos diferenciadores para ser
competitivos, cómo y cuándo desarrollaremos
ese proceso y cuál será la ganancia y los beneficios adicionales que se
esperan de esa innovación.
En la medida que somos capaces de formular
una estrategia de innovación cuidadosa,
coherente, viable y apegada a nuestra realidad, podemos afirmar que habremos
minimizado los riesgos o consecuencias
adversas que normalmente se presentan cuando decidimos avanzar a través de
la innovación.